Esta etapa es para poner a prueba nuestras piernas, el camino es un continuo subir y bajar cuestas. Salimos del pueblo y ya en subida alcanzamos la ermita de la Virgen del Poyo (Km 2,7) del siglo XVI. Bajamos a la NA-1110 y la seguimos hasta salir de la curva donde tomamos un camino que sube hasta una carretera secundaria que va hacia Bargota (Km 3,6).
Seguimos de frente por la carretera y la dejamos para tomar una pista por la que descenderemos el barranco de Carnova.
Llegamos a Viana (Km 10,5), después de cruzar la nacional varias veces, es aconsejable subir a visitar la ciudad.
Fundada en el siglo XII con finalidad defensiva por el Rey Sancho el Fuerte.
Podemos visitar la iglesia de Santa María de estilo gótico, construida entre 1250 y 1312. Frente a ella está el Ayuntamiento de Viana del siglo XVII de fachada barroca. En esta localidad podemos avituallarnos.
Ahora nuestro camino transcurre entre huertas y por pistas llegamos a la ermita de la Virgen de Cuevas (Km 13,3).
Si nos fijamos, veremos una zona de descanso detrás de esta Ermita, por si queremos hacer un descansito. Continuamos el camino, en este tramo debemos internarnos por un pinar, cruzar varias veces la carretera, hasta llegar a un mojón de piedra (km 15,9), que nos indica que ya estamos en la provincia de Logroño.
El camino ahora es en bajada, hasta la capital riojana. Entramos en Logroño por el puente de piedra sobre el Ebro, de 1884.
En la Rúa Vieja, está la iglesia románica de Santa María del Palacio del siglo XII, en esta rúa se encuentra el albergue, la iglesia de Santiago el Real siglo XVI, la fuente de los peregrinos del siglo XVII.
Necesitamos hacer una buena parada para poder visitar la gran cantidad de monumentos dignos de mención.
También podemos «ir de tapitas», ya que encontraremos una amplia oferta de bares para poder hacer un buen recorrido.
DISTANCIA: 20 Km
- Km 0,00 – Torres del Río
- Km 10,5 – Viana
- Km 20,0 – Logroño
CUENTOS Y LEYENDAS DE LA ETAPA
Cuenta esta leyenda que… un fraile de su casa Giraldo era llamado, antes que fuese monje no era muy enseñado, de vez en vez hacía locuras y pecados como hombre soltero que vive sin cuidado.
Vínole al corazón, tal como estaba, un día, el apóstol de España irse de romería; dispuso sus asuntos, buscó su compañía, y ajustaron el término que tomarían su vía.
Cuando iban a salir, hizo una enemiga: no guardó penitencia, como la ley obliga, en vez de hacer vigilia se acostó con su amiga y metiese en camino con esta mala ortiga.
El enemigo antiguo siempre fue gran traidor, y es de toda enemiga maestro sabedor, a las veces semeja un ángel del Criador y es en vez diablo fino de mal sonsacador.
El falso transformase en ángel verdadero, parósele delante en medio de un sendero: «Seas el bienvenido» le dijo a este romero-, me pareces de veras simple como un cordero.
Saliste de tu casa por venir a la mía, cuando salir quisiste hiciste uno folia: piensas sin penitencia cumplir tal romería; no te agradecerá esto Santa María.
¿Y quién sois vos, señor? pregúntole el romero respóndiole: Santiago, hijo de Zebedeo.
Sábelo bien, amigo, andas en devaneo; parece que no tienes de salvarte deseo.
Dijo entonces Giraldo: Señor, ¿qué me mandáis? Yo quiero cumplir todo aquello que digaís, porque veo que hice grandes iniquidades, que no tomé el castigo que dicen los abades.
Dijo el falso Santigo: Éste es el juicio: que te cortes los miembros que hacen el fornicio; así que te degüelles harás a Dios servicio, que de tu carne misma le harás tú sacrificio.
Creyólo el infeliz, loco desaconsejado: sacó su cuchillejo que tenía amolado, cortó sus genitales el mal aventurado, así se degolló, murió descomulgado.
El que le dio el consejo con sus atenedores, los grandes y los chicos, menudos y mayores, a su alma trabaron esos falsos traidores, y llevábanla al fuego, a los malos sudores.
Y mientras la llevaban, no de buena manera, Santiago los vio, suyo el romero era, salióles a gran prisa por aquella carrera, se les paró delante por la faz delantera.
Dejad – dijo -, malillos, la presa que lleváis, porque no os pertenece tanto como pensáis; tratadla con cuidado y fuerza no le hagáis, que no podréis con ella, aunque bien lo queráis.
Os emplazo ante el juicio de la Virgo María, antes ella me clamo en esta pleitesía. Yo de otra manera no os abandonaría, pues veo que traéis muy gran alevosía.
Dijo ella: «Yo esto mando y doylo por sentencia: el alma por la cual sostenéis la pendencia ha de volver al cuerpo y hacer su penitencia; luego como merezca recibirá la audiencia».
Levantóse el cuerpo que yacía trastornado, limpiábase la cara Giraldo el degollador: estuvose un momento medio desconcertado, como el hombre que duerme y despierta enojado.
De todo estaba bien sano y mejorado, fuera de un hilito que tenía atravesado; más lo de la natura, cuando que fue cortado, no le volvió a crecer, y quedó en ese estado.
Rindió gracias a Dios y a su madre María, y al apóstol tan santo do va lo romería; se apresuró a marchar, se unió a su compañía, tenía con su milagro su solaz cada día.
Don Hugo, hombre bueno, que era de Cluny abad, varón muy religioso y de gran santidad, contaba este milagro que aconteció en verdad; poniéndolo en escrito hizo gran honestad.
Giraldo finó en la orden, vida muy buena haciendo, con dichos y con hechos a su Criador sirviendo, en bien perseverando, del mal arrepintiendo; el enemigo malo de él no se fue riendo.Cuentan que… en aquel tiempo en que Carlomagno, rey de los francos, vivía el esplendor de su imperio rodeado por la aureola heroica de sus doce pares, ocurrió que un gigante musulmán de origen sirio, descendiente de la estirpe de Goliat, osó desafiara cada uno de los doce soldados.
Primero venció al gran Ogier, a Reginaldo de Montalbán después, y así, uno a uno, hasta que sólo quedó el valeroso Roldán. Y aunque el emperador no había querido arriesgarlo en tal empresa, éste acudió al desafío, que tradicionalmente se celebraba en la ciudad de Nájera.
Según contaban las malas lenguas, parecía que Roldán pudiera ser sobrino, o tal vez hijo de los amores incestuosos de Carlomagno y su hermana.
Los combates de Roldán y Ferragut fueron terribles, pero tan equilibrados que, finalmente, hubo de decretarse una tregua al no producirse ningún claro vencedor. Durante la tregua, el paladín cristiano y el campeón islamita intimaron, y Farragut, ingenuo y confiado, confesó a su nuevo amigo el secreto de su poder: sólo un punto de su cuerpo era vulnerable, el ombligo.
Al día siguiente durante la comida, Roldan provocó una discusión sobre la verdad y el error de sus dos religiones, entonces enemigas declaradas, que subió de tono hasta el punto que ambos decidieron resolverlo con una ordalía, es decir, un juicio de Dios en el palenque.
Como no podía ser de otra manera, en el primer encuentro del combate de Roldán hundió la punta de su lanza en el punto débil que el propio gigante le había revelado, el ombligo. Y fue así como el fiero y cándido Ferragut cayó herido de muerte.
Desde entonces hasta ahora, muchos varones de Nájera han sido bautizados con el metálica nombre.