El Camino Primitivo era el utilizado por los primeros peregrinos llegados desde el reino asturiano, de hecho fue el utilizado por Alfonso II el Casto, para dirigirse a Santiago cuando se le anunció el descubrimiento de la tumba del Apóstol.
Empieza en Oviedo y tiene fama de duro… habrá que comer bien para poder aguantar la aventura. Comenzamos en la Catedral de Oviedo, en donde podemos conseguir la credencial. La catedral también es conocida como «sancta ovetensis», por la calidad y cantidad de las reliquias que en ella se veneran. A comienzos del siglo IX, el rey Alfonso II el Casto levanta una basílica prerrománica dedicada a San Salvador, ésta remplaza la primitiva basílica levantada por el rey Fruela I. El templo construido por Alfonso II se mantuvo hasta los años 1382-88 en que dio comienzo en el mismo solar la construcción del edificio gótico que hoy conocemos.
Todo este proceso de construcciones y amueblamiento la convierte en una verdadera joya.
La salida es larga y tediosa, seguimos las vieiras colocadas en el suelo, cada una de ellas nos lleva a la siguiente, por fin abandonamos Oviedo, después de caminar un buen rato, cruzando caminos de tierra y asfalto, con continuos desniveles, que ponen a prueba nuestra resistencia, llegamos a Loriana y luego a Bolguina, enseguida nos encontramos con el puente de Gallegos la primer referencia escrita a este puente se remonta a 1247. Sus cimientos además del paso de peregrinos, lugareños, monturas, carretas, y todo tipo de tráfico hasta la reciente construcción del nuevo trazado de la carretera, también fueron testigo de enfrentamientos bélicos durante alguna de nuestras contiendas. El popular apelativo de “Gallegos” se le atribuye a que fue paso obligado para todos los que se dirigían a esas tierras, en la actualidad por el viejo puente únicamente está permitido el paso de caminantes, ciclistas y caballerías, tal y como se requiere para ganar la Compostela.
Después de atravesar un bosque de castaños se sube a Escampelo, aquí antiguamente hubo un hospital de peregrinos y ahora hay un albergue, es el primer albergue del camino Primitivo, cien metros ante debemos de sellar y recoger las llaves en el bar El Tendejón de Fernando.
Casi llevamos la mitad de la etapa, ahora el camino nos guía por una bajada que nos lleva hasta Valseira y a continuación una subidita nos entra en Premoño. En esta localidad está la capilla de Santa Ana, una ermita del siglo XVI, situada al borde del camino, guarda en su interior una magnífica imagen de madera policromada del siglo XVII, durante la guerra los lugareños la escondieron en un hórreo próximo.
Pasamos por Puerma y llegamos a Peñaflor, su iglesia consagrada a San Juan es de origen románico rural que tuvo derecho a asilo y muy probablemente relación con el hospital de peregrinos de la localidad.
Nuestro camino sigue entre huertos y tierras de labranza, en seguida entramos en Grado, en esta localidad disponemos de todos los servicios. Su monumento más significativo es la capilla de los Dolores. Fue ordenada levantar como panteón funerario por el tercer marqués de Valdecarnaza. Es una construcción de estilo barroco realizada entre 1713 y 1716 y atribuida a Francisco de la Riva.
En apenas 5 km nos situamos en San Juan de Villapañada.
DISTANCIA: 30,5 Km
- Km 0,00 – Oviedo
- Km 4,60 – San Lázaro de Paniceres
- Km 17,0 – Premoño
- Km 19,7 – Paladín
- Km 22,9 – Peñaflor
- Km 25,8 – Grado
- Km 30,5 – San Juan de Villapañada
CUENTOS Y LEYENDAS DE LA ETAPA
La Cruz de los Ángeles
Cuenta esta leyenda…que tuvo lugar hacía el año 808, cuando Alfonso II había fundado la iglesia que más tarde se convertirá en Catedral de San Salvador. Él tenía la intención de donar a la iglesia una extraordinaria cruz de oro y piedras preciosas que guardaba en el palacio, pero no había orfebres en todo el reino que pudiera hacerla.
Una tarde después de oír Misa, cuando el Rey Casto se dirigía a palacio, le llegó noticia de que dos jóvenes Peregrinos que decían ser expertos orfebres. Conducidos a una estancia, a la que llevaron el oro y las piedras elegidas para su construcción, además también llevaron comida y bebida para toda la noche. A la mañana siguiente, el Rey y su séquito acudieron a la estancia donde los peregrinos habían realizado su trabajo, vieron con sorpresa como habían desaparecido de la estancia que no tenía ventanas y la puerta estaba fuertemente custodiada.
Pero mayor sorpresa causó el resplandor que salía de la riquísima Cruz, con tanta luz, que no se podía mirar. Desde entonces se conoce como Cruz de los Ángeles.