La etapa decimoquinta cuenta con una distancia muy asequible y con desniveles de poca consideración. Nos encontramos en Boadilla del Camino y emprendemos la marcha. Después de haber caminado 1,8 Km nos encontramos con el Canal de Castilla (Km 1,8), cuenta con una red de canales que se utilizaba para transportar los cereales castellanos hacía el norte.
Seguimos por el camino y a unos 5Km nos encontramos con Frósima (Km 5,7). Aquí encontraremos un punto de información turística.
La primera localidad con la que nos encontramos al salir de Frósima es Población de Campos que se encuentra a (9,2 Km) y cuenta con bar, tienda y albergue. Tras pasar el río, y unos cuantos kilómetros más, llegamos a Revenga de Campos (km 12,6) en donde se pasa junto a la iglesia de San Lorenzo.
Ahora el camino nos llevará hasta Villamentero de Campos (Km 14,7), esta población pequeña, cuenta con un área de descanso a la salida.
En línea recta se llega hasta Villalcázar de Sirga, (Km 18,8) localidad por la que pasaríamos sin mucha atención si no fuera la iglesia templaría de Santa María la Blanca.
Seguimos nuestro camino hasta Carrión de los Condes (Km 24,6). Por fin… el final de la etapa, donde encontraremos varios albergues y tiendas.
La llanura y la monotonía es la nota más destacable de esta etapa.
DISTANCIA: 25,4 Km
- Km 0,00 – Boadilla del Camino
- Km 5,70 – Frómista
- Km 9,20 – Población de Campos
- Km 12,6 – Revenga de Campos
- Km 14,7 – Villarmentero de Campos
- Km 18,8 – Villalcázar de Sirga
- Km 24,6 – Carrión de los Condes
CUENTOS Y LEYENDAS DE LA ETAPA
Cuenta la leyenda que… La Casa del Lagarto se construyó como parte de la dote de la hija de doña Ana de Guardo, viuda del regidor perpetuo de Carrión, y sería la vivienda de quien se casase con ella. Doña Ana quería que su hija, que también se llamó Ana, se casara con un rico labrador, pero ella mantenía un romance secreto con Juan, el hijo del sacristán de la cercana iglesia de San Andrés, de la que eran asiduas parroquianas. Para mantener su amor secreto, Ana decía que no se casaría hasta que la casa estuviera terminada, a lo que su madre respetuosamente accedió. Cada vez que visitaban las obras, Ana ponía objeciones para retrasarlas y así poder seguir con su amor secreto. Después iban a la iglesia a rezar, y Ana siempre lo hacía ante la imagen de la Virgen de las Nieves para rogar que le permitiera casarse con Juan. Al parecer, la Virgen la escuchó, pues en la obra se apareció un lagarto que asustaba a los albañiles y derrumbaba lo que iban construyendo. No sólo eso, sino que la Virgen se apareció al párroco de San Andrés y le pidió que los casase, y así el párroco los casó en secreto. Cuando la casa finalmente se terminó, el pretendiente fue a entrar en ella con doña Ana y su hija, pero el lagarto, que había crecido, se paró en la puerta y dijo: Sólo podrán cruzar el umbral de este hogar quienes se tributen amor verdadero, y pobre de aquél que lo cruce sin amor. Entonces Ana y Juan se cogieron de la mano, el lagarto se apartó y pudieron entrar; pero este se volvió a poner en la puerta y no dejó pasar a nadie más. Entonces el párroco confesó que los había casado en secreto y el pretendiente tuvo que marcharse.
Se dice que el lagarto permaneció en el tejado mientras Ana y Juan vivieron, y tras su muerte desapareció. Sus hijos, para perpetuar esta bella historia de amor, hicieron un lagarto de forja y lo pusieron en la esquina del alero del tejado para recordar a todos los que pasen que El Amor es lo más importante en la vida.