Salimos de delante de la Casa Consistorial de As Nogais con dirección noroeste por la calle Rosalía de Castro. Al llegar a una glorieta, la dejamos quedar a nuestra izquierda, y continuamos hacia la Nacional VI por la calle Amparo del Río. Al llegar a la Nacional, seguimos por nuestra derecha utilizando el carril habilitado para ello, hasta llegar a la altura del kilómetro 1 donde cruzaremos la carretera general y alcanzaremos la lugar de A Ferrería.
El primer puente que encontramos fue construido en época de Primo de Rivera con el objetivo de mejorar el tráfico rodado que aun circulaba por las estructuras del antiguo Camino Real. Estas se conservan a la derecha del mencionado puente. Al final del pueblo hay otro mayor entidad construido también en la época Camino Real. Unos metros mas adelante, tendremos que volver a cruzar la Nacional VI para dirigirnos hacia el lugar de Agüeira.
Durante los próximos cuatro kilómetros, hasta el lugar de Horta, vamos a recorrer la antigua Nacional VI otra vez, como ya habíamos hecho en el tramo entre Herrerías y Pedrafita. Este tramo se encuentra en excelente estado y prácticamente sin tráfico rodado, ya que solo es utilizado por los habitantes de la zona.
Cruzamos la Nacional VI y nos dirigimos hacia Horta cogiendo la antigua Nacional VI que tenemos justo enfrente. Unas decenas de metros mas adelante podremos contemplar a nuestra izquierda un Poste Miriámetrico de finales del Siglo XIX con las indicaciones de distancia entre las capitales del antiguo Camino Real. Justo enfrente también podremos observar otro indicador de distancias en medio de la maleza colocado en 1940 siguiendo las directrices del Plan Peña. Poco a poco irán apareciendo las distintas edificaciones de Agüeira diseminadas a lo largo de la carretera como buen ejemplo de pueblo caminero. Casi al final de ellas encontraremos una fuente, un panel indicador con las características de la zona y el desvío al mágico Bosque de los Grobos. Si queremos disfrutar de su belleza no nos costará mucho porque apenas dista unos 150 metros de la Vía Künig. Pasaremos por debajo de la Nacional VI por una pasarela habilitada especialmente para ello y después de un breve recorrido por el andén veremos unas cadenas que son la entrada al Bosque.
En el kilómetro 4 podremos contemplar a nuestra izquierda el llamado «Mesón Vello», magnífico ejemplo de posada decimonónica recientemente restaurado. Unos cientos de metros mas adelante nos vamos a tener que detener un momento para contemplar las excelentes vistas de la capilla de San Benito, así como su curiosa fábrica y cruceiro.
Unos metros mas adelante vamos a abandonar momentáneamente «la antigua» porque su trazado está cortado por el túnel para los vehículos de «la nueva». En el cruce, cogeremos la pista de nuestra izquierda (LU-P-0709). En apenas 300 m la abandonaremos y giraremos a nuestra derecha hacia un hermoso camino franqueado por árboles y muros con un tentador banco justo en su inicio. En el siguiente cruce, giraremos hacia nuestra izquierda, para tomar un Camino de tierra durante un kilómetro que, nos va a descubrir mientras descendemos, sorprendentes vistas del viaducto de la A6 y de la villa de Becerreá.
Al final de este Camino, volvemos a encontrarnos con nuestra ya compañera de viaje «la vieja». Giramos hacia nuestra izquierda y en apenas un par de kilómetros de suave descenso habremos alcanzado el magnífico Puente de Cruzul. De paso que lo cruzamos, en el medio, podemos observar a nuestra derecha un escudo donde estaría la inscripción alusiva a la obra y en sus cuatro extremos sendos sombreretes piramidales decorativos, típicos de fines del XVIII.
El Camino continúa en suave ascenso hacia el pueblo de Cruzul, asentado en la ladera. Una vez atravesado, volvemos a cruzar «la nueva», por un paso inferior, que nos dirigirá a una agradable área de descanso situada al lado de la glorieta. Una vez salvada esta por su derecha continuaremos por la Avda. de Madrid donde empezaremos a salvar las primeras casas de la villa de Becerreá. Después de la gasolinera, continuaremos sobre nuestra derecha por la Avda. de la Cruz Roja. Al desembocar de nuevo en la Avda. de Madrid utilizaremos la pasarela habilitada para los peatones. Si seguimos esta Avda. hasta el final llegaremos a la Casa Consistorial. A su alrededor y en la calle Carlos III encontremos gran variedad de servicios de restauración y alojamiento.
Merece la pena visitar la iglesia parroquial de San Juan en la propia villa de Becerreá. Fue diseñada a principios del siglo XX por el arquitecto municipal de Lugo Nemesio Cobreros Cuevillas, quien no llegó a verla edificada por fallecer años antes de la inauguración del templo.
DISTANCIA: 11 Km
- 1,4 Km – Ferrería
- 2,7 Km – A Balsa
- 4,6 Km – Capilla de Horta
- 7,8 Km – Puente Cruzul
- 8,5 Km – Cruzul
- 11 Km – Becerreá
CUENTOS Y LEYENDAS DE LA ETAPA
Era la gélida madrugada del 5 de enero de 1809, cuando el ejército inglés de Sir John Moore salía a toda prisa de As Nogais, huyendo de las tropas francesas que el propio Napoleón habia enviado en su captura. Al teniente coronel Nathaniel Steevens se le ordenó apostarse con sus hombres en el lado del puente por dónde venían los franceses, con el fin de cubrir a los ingenieros que estaban colocando las cargas para volarlo. El tiempo pasaba. Los franceses empezaron tímidamente a asomarse. Entre los hombres de Steevens se extendió rápidamente el nerviosismo. El subalterno Harding estaba convencido que se habían olvidado de ellos. «Van a volar el puente y nos vamos a quedar del lado francés», se repetía insistentemente. El ansia y el miedo, pero no el oído, le hizo oír el toque de trompeta de retirada que rápidamente comunicó a sus compañeros. Todos le miraron sorprendidos pero nadie lo negó. «Tenemos que retirarnos, ya pasó mucho tiempo y la orden era estar muy poco en esta posición». Steevens, desconcertado y ansioso como el resto, no lo dudó, y a pesar de no haber oído tampoco nada dió la orden de retirada.
Aún estaban saliendo del puente cuando el capitán Paisley llevó a cabo la detonación, aunque no habia terminado de poner todas las cargas por falta de tiempo. Y claro, con las prisas, efectivamente también se había olvidado de avisarlos. Obviamente, la voladura fue un fracaso porque apenas le causó leves daños y las tropas francesas pudieron seguir hostigando a la retaguardia inglesa.